Dejar reposar
y ver qué pasa...
Poner en remojo
y ablandar
para activar
sus virtudes
y así nutrir más
nuestras secas extremidades...
Un dejo de colores lavados
encontraremos en el interior
de nuestro cuenco mojado...
Y como si teñir quisiéramos,
al arrojar a la bacha
el agua "sucia" resultante,
ahí estamos expectantes,
buscando hacer aquel elixir
que a través de nuestras fauces
recorrerá nuestras gargantas,
tras nuestro epidérmico cuello,
para así llegar
a cada punto
de nuestro cuerpo,
que ha saboreado ya
la delicia
de esa maravillosa
leche
de
almendras...